El Titanic V/S Arca de Noe

Una Carta de Papa Dios para tu Vida.

El juicio Final

QUE HARE

Mensaje de Salvacion

Pablo viendo la Cruz


«y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: "Señor Jesús, recibe mi espíritu." Y puesto de rodillas clamó a gran voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado..."» (Hechos 7:59,60). «los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo» (Hechos 7:58).«Y Saulo estaba de acuerdo con ellos en su muerte» (Hechos 8:1).

La frase «La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia» nunca tuvo un ejemplo más perfecto que en el caso de la muerte del primer mártir cristiano. Y poco sabía este mártir que en su muerte, y en la forma de ella, uno de los presentes iba a tener una visión instantánea del Calvario de su Señor. Porque el Calvario del Hijo de Dios no consistió sólo en la cruz de madera y los clavos y el deponer su vida. Su esencia y su poder íntimo era el espíritu del mismo, manifestado de modo peculiar en las palabras que procedieron del que sufría la cruz, que en medio de su agonía dijo: «Padre perdónales...»

Fue este espíritu del Cordero inmolado que vio Saulo en Esteban. En medio de la agonía de una muerte por apedreamiento, magullado y sangrante, irrumpe en una oración en favor de sus asesinos: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» Era el Calvario renovado delante de los ojos de alguien que, más adelante, él mismo iba a recibir el mismo espíritu y llegar a ser un mensajero de la Cruz, con el poder de Dios. Saulo nunca pudo olvidar la vista del Espíritu de Jesús que había captado aquel día; ni el Espíritu Santo, que actuaba entonces en medio de los apóstoles con gran poder, iba a cesar de mantenerla delante de sus ojos, hasta que en el camino de Damasco Pablo encontró al Señor resucitado, y supo en verdad que Aquel que había sido muerto era verdadera¬mente Aquel que vive, el cual le había escogido a él como su testigo y para sufrir muchas cosas
por su nombre.

El que Saulo sea mencionado en relación con la muerte de Esteban no deja de tener un propósito en la mente del Espíritu Santo. Este joven era ya entonces un «vaso escogido». Ya había sido educado en las Escrituras judías, a los pie de Ga-maliel. Sus estudios teológicos, por así decirlo, habían prácticamente terminado. No era «conocimiento» intelectual lo que ahora necesitaba para hacerse un apto mensajero de Cristo, sino una revelación directa de Cristo, tanto del Cordero inmolado, como de Aquel que siendo vivo «fue muerto»... y... volvía a vivir para siempre.

El Calvario mismo no podía volver a ser puesto en acto, puesto que Aquel que murió, murió una vez por todas, y ascendió al cielo, pero era necesario que este hombre, escogido de un modo tan especial para ser un apóstol de la Cruz, no sólo conociera el mensaje del Calvario desde las Escrituras, y de los labios del mismo Señor, sino que tenía que verlo en su mismo espíritu cuando se manifestó en una vida humana. Esteban fue escogido por Dios para este propósito. El Espíritu de Jesús manifestado en la Cruz, fue manifestado en él de modo que en el mensajero escogido de esta Cruz pudiera ser obrado el mismo espíritu, en su propio corazón y vida. Porque la predicación de la Cruz necesita el espíritu de la Cruz detrás del mensaje, de otro modo es hecho inerte por el predicador.

Sabemos por experiencia que es posible esta súbita y penetrante comprensión de la Cruz, puesto que hemos visto, a veces, por un breve momento, una radiación del Espíritu del Cordero del Calvario en otro hijo de Dios, que, en alguna forma inexplicable, súbitamente nos abría las profundidades del Calvario a nosotros, y nos daba una visión penetrante de su espíritu interior, que no vuelve ya a perderse, sino que tiene una influencia formativa en nosotros durante el resto de nuestra vida mortal. Además, esta extraña y súbita visión del Espíritu del Cordero escudriñó las mismas profundidades de nuestra vida interior con poder de convicción, que no podía ser contradicho, que se man¬tenía firme en su revelación divina. Como, por ejemplo, la mirada silenciosa que el Señor, que se encontraba delante de sus perseguidores en el palacio del Sumo Sacerdote, dio a Pedro, y que le hizo volver en sí e hizo pedazos su corazón.

Parece que ocurrió lo mismo con el joven Saulo. La historia de la despiadada persecución de los santos que siguió a la muerte de Esteban, con Saulo como protagonista, no altera en modo alguno el hecho que él había visto el resplandor de la gloria de Dios en el Espíritu de Cristo en Esteban, y había encontrado al Cordero del Calvario en su siervo martirizado, antes de que fuera detenido por el Señor del cielo en el camino de Damasco, si bien él no se daba cuenta de ello en aquel entonces. «Dura cosa te es dar coses contra el aguijón», le dijo Aquel que había estado contem¬plando la obra de su Espíritu en él, y Saulo, que halló su corazón al descubierto, no tuvo palabras que contestar.

Vemos, pues, que la mirada al Calvario que dio Saulo con ocasión de la muerte de Esteban fue la preparación para el encuentro con el Señor en el camino de Damasco, así como el darle al «vaso escogido» aquella comprensión en el significado interior de la Cruz que después caracterizó su vida, y le permitió leer en sus propias persecucio¬nes y aflicciones la obra del mismo principio in¬terior de la Cruz, muchos años después.

Aquel día fue una mirada al Calvario de modo reflejo, pero años después Pablo había bebido tan profundamente el mismo espíritu, que podía decir que se «gloriaba» en la Cruz de Cristo, y que su «afrenta» era su mayor blasón de gloria (Calatas 6:14). Entonces, pasados los años, el anhelo de tener un significado más profundo de la Cruz obrado en su propia vida se hizo tan intenso, que cuando escribió a los Filipenses exclama que todo su ser había sido llevado bajo el poder de aquella muerte. «A fin de conocerle dijo, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte...» (Filipenses 3:10).

Del principio al fin, el espíritu del Calvario que Pablo había visto en Esteban, y después llegó a comprender por la enseñanza del mismo Señor, fue obrado en su propia vida. Su misma predicación pasó a ser el instrumento de su propia crucifixión. «La Cruz de Cristo es el instrumento de mi crucifixión, así como la de Él, pues yo estoy crucificado con Él» nos viene a decir el apóstol, de modo que por medio de la obra interior de la muerte de Cristo, causada por el sufrimiento que le trajo la Cruz que el proclamaba, Pablo estaba «crucificado al mundo» en su vida interior, como el Señor lo había sido en el Gólgota, cuando fue rechazado y despreciado por el mundo de los hombres y pasó a otro mundo por las puertas de la muerte.

«Dios no quiera que me gloríe en nada más excepto la Cruz de Cristo. En esta Cruz he sido crucificado para el mundo, y el mundo ha sido crucificado para mí. Así que somos muertos el uno para el otro...», exclama el apóstol. «Porque según pienso, Dios nos ha asignado a nosotros los apóstoles los últimos lugares, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres... hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos» (1.a Corintios 4:9-13).

Le Invitamos a recibir a Cristo como su único y suficiente salvador
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Señor Jesucristo: Gracias porque me amas y entiendo que te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Ocupa el trono de mi vida. Hazme la persona que tu quieres que sea. Perdona Señor todos mis pecados y lava mi corazón con tu sangre preciosa. Anula y quebranta en mi vida toda maldición generacional que venga a través de mi apellido. Inscribe mi nombre en el libro de la vida, prometo Buscarte y seguirte y estudiar tu palabra para que sea una lámpara en mi camino. Señor Jesús! te pido nacer de nuevo en la regeneración de tu Espíritu Santo en mi corazón. hazme un hombre nuevo . Gracias por haber entrado en mi vida y por escuchar mi oración según tu promesa, reconozco que ahora soy tu hijo amado.
Gracias Señor Jesús mi Salvador. Amen